La particular lucha contra el aumento de los precios se afronta de forma muy diferente en cada país
El precio de la vida lleva muchos años incrementándose en todo el mundo, y la Unión Europea no es una excepción. En este contexto post pandemia y con la Guerra de Ucrania llamando a las puertas de las principales economías europeas, la batalla contra la subida de los precios se ha vuelto una de las principales preocupaciones de los gobernantes del Viejo Continente. Y no solo de los gobernantes. El incremento excesivo del coste de la vida preocupa también a los ciudadanos.
Los gráficos del Eurostat ponen en evidencia el considerable aumento de precios que está viviendo la Unión Europea. Sobre el papel, los países bálticos se llevan ahora mismo la peor parte, con cotas que superan el 20% en Estonia y Lituania, y que se sitúa en un 19% en Letonia. Nuestro país se sitúa en un histórico 10,2%, aunque el pronóstico sigue siendo desfavorable.
Ningún país de la Unión Europea se libra del incremento de la inflación, pero las consecuencias económicas son muy diferentes en cada territorio. Las grandes potencias de la Zona Euro (Italia, Francia, Alemania) oscilan entre el 6% y el 8%, siendo España el único de los cuatro grandes donde la cifra superó el temido 10% en mayo.
Para comprender mejor cuáles son las consecuencias que puede acarrear la subida de los precios en la vieja Europa, hay que destacar las medidas tomadas por cada estado para combatir dicho incremento. En este sentido, Alemania y España han tomado caminos similares a primera vista, aunque el resultado podría ser dispar en cada país si se ahonda en la cuestión.
Combatir la inflación en Alemania
Alemania alcanzaba en mayo de 2022 el mayor pico de inflación en cuarenta y nueve años: la cifra había llegado al 7,9%. El dato continuó al alza durante todo mayo y los primeros días de junio, alcanzando el 8,2%, una cifra desconocida en la historia más reciente del país germano.
Sin embargo, el gobierno federal se propuso tomar medidas que hicieran mella en la economía para evitar que el incremento del coste de la vida afectara aún más a las clases populares. Gracias a estas medidas, el país germano ha logrado reducir el aumento inflacionario hasta el 7,6% en el mes de junio.
Corría el año 1973 cuando Alemania-entonces la Alemania Federal (RFA)-registraba unos indicadores similares a los actuales. El gobierno actual sabe que uno de los principales problemas del país es su falta de suministros energéticos. Solo el pasado mes de mayo, los precios de los combustibles subieron en un 38,8%, según, el propio gobierno alemán. Los precios del combustible para calefacción casi se duplicaron (+94,8%) en mayo, mientras que los precios del gas natural (+55,2%) y los precios de los carburantes (+41%) también subieron de manera considerable.
Las dificultades para encontrar un sustituto a su tradicional dependencia del gas ruso es el factor más crucial a la hora de tomar una decisión. El Gobierno-formado por un tripartito de verdes, liberales y socialdemócratas-comenzó sus reformas con un paquete de medidas que incluía cambios tributarios y una ayuda de hasta 22.000 millones de euros para las familias más desfavorecidas y los autónomos.
Este paquete de medidas incluye una reducción de la presión impositiva, lo que debería disminuir el riesgo de estanflación en el país. Cabe resaltar que la estanflación se produce cuando la economía se estanca y el desempleo continúa al alza, pero los precios no paran de subir.
En cuanto a las medidas antes mencionadas, hay que resaltar el incremento en 363 euros de los ingresos libres de impuestos, y que solo se comenzará a pagar el impuesto sobre la renta a partir de los primeros 10.347 euros ingresados al año. También cambia la cifra de los gastos deducibles por los trabajadores. Por ejemplo, los costes de la gasolina de los trabajadores que tengan que recorrer más de 21km desde su casa hasta su lugar de trabajo. Otro caso es el de las familias de bajos ingresos con menores, que recibirán una adjudicación inmediata de 20 euros al mes y que se suma a las ayudas sociales ya existentes.
En materia energética, se eliminará el gravamen especial a los precios de la energía (3,72 céntimos por kilovatio/hora consumido), un impuesto que llevaba aplicándose más de dos décadas. Otra medida reseñable es la introducción de un ticket de nueve euros al mes para toda la ciudadanía que facilite el uso de tranvías, metros y cercanías. En conjunto, el gobierno federal espera contraer más de 138.000 millones de deuda a lo largo del año para asegurar que el paquete de medidas elegido se aplica de forma eficiente.
El turno de España
La situación en España es más complicada que la de nuestros vecinos alemanes. A pesar de no tener el tedioso problema de la dependencia total de gas ruso, las malas relaciones con Argelia han afectado gravemente a la toma de decisiones para combatir la inflación. La realidad es que pese al fanfarroneo de muchos estados de la UE, la falta de combustibles ha obligado a muchos gobiernos no solo a no dejar de comprar gas ruso, sino a tener que aumentar la compra de este.
En el caso de España, tras el desplome de hasta un 41,2% en las importaciones de gas argelino, la compra de gas a Rusia ha terminado por aumentar en un 3,2% en este primer semestre de 2022. Pero la acuciante subida de la inflación en nuestro país puede acarrear consecuencias diferentes que las que se van a ver en Alemania.
Las economías de España y de Alemania difieren en mucho, por lo que tomar medidas parecidas no tiene por qué aliviar de la misma manera la presión del incremento inflacionario. En este sentido, la guerra en Europa provocó que el Gobierno de España presentara en marzo una serie de veinte medidas para anticiparse a los futuros efectos del conflicto en la economía. Las más importantes fueron las siguientes: bonificación de veinte céntimos en cada litro del combustible, límite del 2% en la revisión de los alquileres, incremento de la cuantía del Ingreso Mínimo Vital en un 15%, extensión del bono eléctrico a 600.000 familias o prorrogar la rebaja impositiva en la factura de la luz.
Sin embargo, estas medidas no han sido suficientes para paliar las graves consecuencias de la guerra y del aumento de la inflación que llevamos observando desde el comienzo de 2022. Por ello, todos los gobiernos de Europa se han apresurado en aprobar nuevos paquetes de medidas para evitar la quiebra de la economía comunitaria y local, y España no se ha quedado atrás.
Durante el debate sobre el estado de la nación, Pedro Sánchez daba a conocer las nuevas propuestas para capear la crisis que se viene en España. Sin duda, las más significativas han sido los dos grandes impuestos extraordinarios: el primero a la banca, donde se pretende atacar los beneficios extra que este sector está logrando durante la crisis. El Gobierno espera recaudar 1.500 millones de euros al año durante los dos años que dura el gravamen.
El segundo, y de igual manera, a las grandes empresas energéticas. En este caso, se espera recaudar 2.000 millones de euros al año durante el 2023 y 2024. Otra de las soluciones por las que apuesta el Ejecutivo es la gratuidad en el transporte público diario de cortas distancias, como el cercanías, los tranvías, los rodalies catalanes o los trenes de media distancia. Esta medida se aplicará desde el 1 de septiembre hasta el 31 de diciembre del 2022.
¿Empate técnico?
Como se aprecia, España y Alemania han adoptado un camino similar en cuanto a las reformas sociales, priorizando las ayudas para los colectivos más desfavorecidos. Sin embargo, España ha optado por una postura mucho más controladora con las grandes empresas, mientras que Alemania evita interferir demasiado en los sectores más poderosos, sabiendo que una mala aplicación de ciertos gravámenes podría repercutir gravemente en la salud económica de las clases medias y bajas.
Por si fuera poco, las realidades de los dos países son totalmente opuestas. España arrastra una incapacidad latente para salir del bucle del aumento desmedido de gasto público. Según Hacienda, España destinará un 44,7% de su PIB en este sentido. Se observa una reducción significativa con el 49,6% del año anterior.
Alemania, por su parte, gasta bastante más. Los germanos dedican algo más del 50% de su Producto Interior Bruto en este aspecto. Pero a pesar de lo que pueda parecer, las economías de ambos países y las deudas pendientes son tan diferentes, que Alemania no sale perdiendo al comparar.
En el gráfico anterior se observa una de las primeras anomalías que no permitirán España salir de la recesión de la misma forma en la que lo harán los alemanes. La deuda pública está por las nubes en los países del sur de Europa, donde destacan por encima de todos Grecia (195%), Italia (150%), Portugal (123%) y España (118%). Aquí es donde se hace evidente que la capacidad de gasto que tienen las economías del mediterráneo no puede equipararse con las del norte de Europa. Alemania está en una posición mucho más tranquila, con una deuda que representa el 69,3% de su PIB total.
Otro de los factores clave es la capacidad del emprendimiento local para generar beneficios y puestos de trabajo bien remunerados que estimulen la oferta y la demanda, el gasto de las familias, y por ende, la economía. Alemania ha decidido no poner trabas a las grandes empresas, mientras que España ataca directamente a dos de los sectores más pudientes. De los más de 3.000 millones de euros que el Gobierno pretende recaudar en estos dos años solo de las entidades bancarias, ya se han esfumado 1.000 millones que los bancos perdieron en bolsa nada más conocerse las nuevas medidas aprobadas en el Congreso.
Por último, hay que hacer hincapié en la capacidad de los trabajadores para sustentar la propia economía. Alemania posee una renta per cápita superior a la española, llegando hasta los 50.000 dólares por cabeza, mientras que España se sitúa en el puesto treinta y tres con unos 30.000 dólares, según los datos del Banco Mundial para el año 2021.
Estos indicadores no son siempre fiables para medir la pobreza, la riqueza o la capacidad de un estado para salir del atolladero cuando llegan las vacas flacas. Pero sí reflejan de forma más general las carencias que tiene dicho país. Si nos atenemos a los empleos creados, la precariedad laboral en España sigue siendo importante. Solo un 30% de los empleos en nuestros país son con contrato indefinido, y hasta el mes de abril, los datos arrojaban la espeluznante cifra de apenas el 10%.
El salario medio de cada país también es otro espejo en el que se refleja la salud económica de las familias. En España, el salario medio roza los 27.000 euros al año según los datos del INE; en Alemania se ha ido incrementando con el paso de los años hasta alcanzar la cifra de los 52.500 euros al año. A grandes rasgos, estas marcadas diferencias indican la capacidad de cada estado para luchar contra una recesión de gran calibre, y España, sale perdiendo.
Las medidas adoptadas por Alemania permiten una mayor libertad para que el emprendimiento privado pueda capear las complicaciones derivadas de la crisis, y con una economía más saneada y una población con unos ahorros más guarnecidos, el país germano está en mejor disposición para salir del agujero económico. A fecha de hoy, su prioridad número uno es resolver el grave problema de dependencia energética que tiene con la Rusia de Vladimir Putin.
Por el contrario, España tiene una economía mucho más precaria y que aún no ha recuperado los niveles de empleo ni las condiciones salariales perdidas durante la crisis de 2008. El incremento de la cuota de autónomos en sus respectivos tramos sigue siendo un lastre para la clase media y una asignatura pendiente para los distintos gobiernos. Las medidas adoptadas por el Ejecutivo pueden suponer un frenazo al crecimiento de ciertos sectores, que cargarán contra el grueso de la población en el caso de que su posición se vea comprometida por un aumento de los impuestos y por la falta de confianza de los inversores.