Por Borja Carrascosa, director de Capital
Apenas un mes después del estallido de la guerra de Rusia contra Ucrania y la amenaza de una inflación desbocada -y persistente en el tiempo- son los dos principales factores con impacto directo reciente en las previsiones macroeconómicas. Y, además, representan el argumento y la excusa perfecta para el Gobierno, parapetado en Bruselas como un actor secundario ajeno a las protestas del sector logístico y del campo. En esencia, las arterias y la sangre de la economía española.
En el caso de España, estas tres últimas semanas de conflicto se han traducido en una rebaja sustancial de los pronósticos de PIB en 2022, que ahora se sitúan entre el 4,6 % y el 4,8 % para el conjunto del ejercicio. A principios de año, la media se situaba en el entorno del 5,5 %, en línea con los cálculos que la OCDE. Este organismo fue el que más acertó en 2021, por cierto, con un cálculo del 5,2 %. Finalmente, el crecimiento fue del 5 %.
La diferencia entre las previsiones de enero y las más recientes de marzo es de entre 8.500 y 10.800 millones de euros para el conjunto del año, aproximadamente. Ese es el coste que, hasta la fecha, han generado la guerra iniciada por Rusia y la espiral inflacionista, que comenzó meses antes y ante la que, de momento, no hay una respuesta efectiva. El conflicto de Ucrania es, por tanto, la espoleta de un escenario que estaba descontrolado hace meses.
«los precios podrían crecer este año hasta un 60 % más que el conjunto de la economía»
La amenaza de una guerra larga aumentará, previsiblemente, esta “brecha”, e impactará tanto en la capacidad de generación de riqueza como de creación de empleo. Al menos, en el ámbito privado, ya que la Administración parece un oasis de crecimiento perenne que siempre puede aumentar el gasto y elevar su plantilla, independientemente de su productividad y del rigor presupuestario. Paradójicamente, los que pagan la fiesta son, precisamente, los ciudadanos y las empresas, los más expuestos a la volatilidad, a los aumentos de precios y a las tensiones de la oferta y la demanda. La economía del mercado y la del Estado, una vez más, enfrentadas.
La guerra de Rusia en Ucrania eleva los ingresos de la Administración
Los precios seguirán muy altos durante los próximos meses, y algunos analistas consideran incluso que la cifra podría superar el 7,5 % en el conjunto del ejercicio. Es el caso de Equipo Económico, que en su último informe de coyuntura pronostica un IPC del 7,8 % para 2022. La media del panel de Funcas se sitúa en el 5,8%, y de cumplirse estas previsiones, esto significa que el aumento de los precios será entre un 40 % y un 60 % superior al crecimiento de la economía. Eso, en impuestos indirectos, parece una mina de oro para un Estado que está rentabilizando como ningún otro agente económico la carrera inflacionista.
«la escalada inflacionista dispara la recaudación extraordinaria del iva y del impuesto de hidrocarburos»
De hecho, la inflación puede provocar que 2022 sea un año de récords históricos de recaudación tanto en el IVA como en el impuesto especial de Hidrocarburos, entre otros. Los carburantes ya son un 40 % más caros que hace un año y cadenas de supermercados como Mercadona ya han anunciado que subirán los precios un 2 %. El resto, lo anuncien o no, efectuarán movimientos similares. El coste lo pagará el consumidor, igual que los efectos de la futura reforma fiscal.
En este escenario, muchas voces reclaman que el Estado recorte gasto público improductivo. Parece inviable que esto suceda mientras la inflación llena las arcas del Estado con ingresos extraordinarios. “Días de mucho, vísperas de nada…”, dicen en el Sur. Pero la Administración es experta en convertir en estructurales aquellas partidas de gasto que deberían ser coyunturales.
